viernes, 4 de marzo de 2011

Whatever Nro 5: La sociedad del espectáculo


Después de haber comprado tantos discos, haber escuchado  tantas  bandas y haber leído (porque es tan importante  la  lectura  como  la  audición) sobre música, se termina generando  un  compromiso vehemente con el  rock  y  la atrayente cultura que lo rodea.
Tomás partido por algún  genero  en particular (esto siempre es una cuestión de gusto, aunque después te des cuenta que a medida  que  van  pasando  los años se es más abierto con otros estilos), se opina, y en el mejor de los casos se fundamentan las teorías sobre los porqué de las decisiones  tomadas  por los músicos tratando  de interpretar las reacciones que convierten  al mundo de la música en un  abanico  de  formas  diversas  donde  cada  cual  obra  de acuerdo a su conveniencia.
Desde el mismísimo  momento  en  que nuestra  recolección  de información (musical) mental se convierte en un lugar de subterfugio deseado, la música se aprecia y se vive de otra manera, donde  las posturas  y las modas quedan afuera, donde  los oídos se convierten  en  jueces por conocimiento  y  no por imposición, donde algunas actitudes molestan, donde la crítica deja el plano musical para tratar  de reparar  la  falta  de  actitudes comprometidas con la cultura rockera cuando vemos que tratan de engañarnos con slogans y  ban-
das trilladas, sin ideas nuevas.
Unos  pocos  mantienen  la  lucha  sediciosa  que resiste ante las aburridas e inapetentes propuestas musicales  manejadas  por  quienes  convirtieron  en negocio y moda a la música, esos que se encargan día a día (aunque no lo notemos) de establecer parámetros musicales o bandas a consumir.
Lo malo de esto? que los productos que intentan popularizar no siempre son  sinónimo  de calidad  y  si  se hiciera un conteo de los grupos más populares dentro  del rock nacional actual nos encontraríamos con un perfil homogéneo no en estilos sino  en  la  amalgama  final, imponiendo  y  convirtiendo el rock en un divertimento donde  casi nadie  se  atreve  a tomar riesgos artísticos y todos cumplen con los  parámetros  sonoros  de cualquier FM, en la espera de un llamado para integrar la grilla de algún Festival sponsoreado apto para todo público dirigido a espectadores que lo que menos  quiere ver  y  oír es rock… porque así nos fueron  mal acostumbrando  las bandas, los medios y los pequeños y grandes empresarios.
Analizar teorías y pensar  soluciones  acerca  de  cómo  modificar  la  cultura rockera no es tarea fácil, lo mismo que llevar a la práctica una utopía de pensamiento que cambie el rumbo y la alienación intrascendente que están retransmitiendo las bandas de nuestro mal llamado “rock nacional”.
Sería bueno pensar que la originalidad y la búsqueda de desafíos pueden generar nuevas reglas del juego  donde cualquier payaso de circo rockero  quede esquinado, y donde el poder lo tengan los que mantienen  su  compromiso ideológico con la música.

> Por Lucas S. Lapalma


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