viernes, 3 de junio de 2011

Whatever Nro 7: Etiquetas y manipulación


Es innato. Colocamos un cartel a un grupo o a un género a primera oída. Es prácticamente una reacción instantánea y que no siempre la realizamos conscientemente ni estamos tan seguros de nuestra afirmación, simplemente lo hacemos.
Desde sus comienzos, la música (y el rock no escapa a ello) tuvo que ser llamada de cierta manera para poder diferenciar un estilo de otro y hasta se la denominaba de alguna forma de acuerdo de la clase social que provenía. Desde las líricas a los sonidos, la música se ha ido bautizando y con los años y el advenimiento de mayor variedad de vertientes, más nombres surgieron en consecuencia.
Llegó una época en la cual ya la diferenciación de un estilo de otro, prácticamente lo marcaban pautas tan irrelevantes como ser el look que llevaban los músicos o bien, si sus letras en su mayoría tocaban un tema central, enseguida se creaba un subgénero del mismo.
Quizás ronda lo ridículo, pero las cosas así fueron hechas y, como no podía ser de otra manera, enseguida comenzaron la confrontación entre estilos. De más está decir que esto deja de lado la calidad de la música en sí misma, sino que se centra mucho más en llegar a la definición de que género es más válido que otro sólo por el hecho de quienes afirman tener “su” verdad absoluta.
En realidad, siendo objetivo, es una discusión creada muchas veces por agencias o medios de (des)información y los principales protagonistas, simplemente hacen su trabajo correspondiente y llenan sus bolsillos mientras el consumidor pasivo hasta llega a matar por “su” género favorito.
El mismo ejemplo, llega hasta la vida personal o privada de un artista, poniendo en evidencia la mediocridad del crítico, que confunde el eje central del intérprete, que es realizar y difundir su propio arte y no un ensayo de sociología.
Batallas sin cuartel o virus de macroestupidez postmoderna?

Le tiene que interesar realmente a un artista o a un grupo las ridículas peleas entre diferentes posturas?
Llegado a un punto, creo que no y tampoco se pueden hacer cargo de los sentimientos de terceros ni de todos sus actos. Sí se puede discutir la influencia de éstos sobre ciertas conductas arbitrarias, pero tampoco pretendamos culpar a un artista de todo lo que un oyente o una audiencia hace o deshace.
Imaginemos entonces que después de ver una película donde al actor principal de ésta es un serial killer y todo el público espectador se convierte en uno al salir del recinto...
Quizás también sea una cuestión de madurez y que con los años muchos nos vamos dando cuenta de que la música solamente se divide en la de mayor o menor nivel y que tienen que privar la calidad de interpretación y el sonido como sus principales protagonistas y no la etiqueta que trae consigo colgada o que alguien o algunos se molestaron en colocársela a la fuerza. Podemos llegar a discutir este tópico por horas, días, años, cuando en realidad, no será que las etiquetas fueran realizadas para separar?... Divide y reinarás? -

> Por José I. Alfageme.


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