miércoles, 21 de marzo de 2012

Whatever Nro 11: Una pared impalpable

:: La Berlin trilogy de Bowie ::


















Entre 1976 y 1979, una histórica dupla formada por David Bowie y Brian Eno se unió para trabajar en una serie de discos, luego bautizada como la "Trilogía de Berlin". Ahí aparecen no sólo algunos “éxitos”, sino toda una filosofía de trabajo y producción alternativa y experimental que merece ser contada.

Ya por la mitad de los 70´s Bowie había remezclado y mutado su propio standard una cantidad importante de veces, bien en concordancia a una vasta serie de influencias extra musicales que iba pretendiendo acrecentar, del mimo de principios de década, al coleccionista de arte y adorador de Murnau y el cine alemán de paredes inclinadas y techos altos.

En 1976, una especie de viaje paralelo (químico y mental), había comenzado al editar un disco corto, pero concreto y único: Station to Station. Pero el año siguiente superaría sus propios límites. Para empezar, produciría y co-compondría dos discos de Iggy Pop (Lust for life y The idiot, que se volvería una obra invalorable de culto). Y después, trabajaría a su vez en dos discos propios, en conjunto con Brian Eno, estrellándose así con una explosiva muralla de ideas y formas de trabajo, que, pensada en principio, pretendía proponer esa infinidad de soluciones a lo que representan los problemas de producción y los baches inspirativos. Parte en parte nos detendremos.

Low (1977) es la primera colaboración. Y a la vez, una obra de altas cumbres. Es un disco claramente dividido en dos partes, claramente delimitadas. El lado 1 con su carácter de canción, y el 2, casi totalmente instrumental, hipnótico. Es en ese punto donde dispara el ex Roxy Music. Hacía dos años (desde su Another Green World), Brian Eno venía trabajando en la creación a partir de sus cartas de estrategia oblicuas: una serie de naipes símil tarot que eran tiradas cuando existía algún intríngulis en el proseguir. A pesar de no ser él el productor, su presencia fue decisiva dado tanto magnetismo. Low es un disco sin nada al azar, conceptual, en el sentido de una búsqueda de los tiempos que se toman para poner toda la carne al asador. No hay ningún tipo de arrebato, de apuro, puede verse la calma con la que se espera entren las melodías, detalle que las convierte en absolutamente inolvidables (“Sound and vision”, por ejemplo). Todos esos esquemas están genéticamente adheridos a la serie de paisajes instrumentales que termina de coronar un ambiente maravilloso cargado de calma ruda y texturas salvajes.

Tomaría una fórmula un tanto más opresiva la directriz de “Heroes” (1977) (si, no olvide la comillas). Más allá del éxito de su canción homónima, tiene una identidad densa, oscura, síntoma contagiado por su grabación, en un estudio a metros del muro, custodiado por soldados, en el brote psicótico de una era que aseguraba ser la portadora del apocalipsis inducido por la guerra nuclear. Tomando el nombre de una canción de Neu!, terminaba de afianzarse la influencia del Krautrock en la dupla (también nótese el homenaje a Florian Scheneider, de Kraftwerk, en la canción “V-2 Scheneider”). En verdad, este es el único disco grabado y mezclado enteramente en Berlín. También acompañado de piezas instrumentales, específicamente encajadas, Eno plaga por todos lados su impronta en el manejo de sonido, al igual que (jamás olvidarlo) Tony Visconti, artífice absoluto de la producción en la discografía de Bowie. Los detalles técnicos de cada canción son inabarcables, muchos un misterio, verdaderos ejemplos de innovación y maestría de la manipulación sonora, acompañando a un David Bowie que escupe cual ser metamórfico melancolías mohosas (“Sons of the silent age”) y algunas esquizofrenias (“Blackout”). En fin, “Heroes” podrá ser más aclamado, pero es hijo de la genialidad seminal de Low.  

Seguiría para concluir Lodger (1979), con unos Bowie y Eno ya desgastados entre ellos, pero no faltos de potencia. A diferencia de sus predecesores es un disco mucho más potable, enfocado al pop, con una accesibilidad más alta, dado que no tiene espacios instrumentales. Pero no deja de ser otro trabajo con un esfuerzo experimental destacable. El concepto que separa las caras esta vez circula en base a tópicos de las letras, con órbitas de viaje, personajes un tanto desentrañables y algo de obsesión con la crítica hacia la civilización occidental. A partir de ahí, Bowie tomaría una riendas más enfocadas al mercado comercial, pero faltaba un rato todavía.-

> Por Luis Meinberg

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