lunes, 8 de abril de 2013

Whatever Nro 12: "Dirty" (Sonic Youth) - 20 años














Dirty, uno de los discos más discutidos de Sonic Youth, cumplió veinte años el año pasado. ¿Pero qué pasaría si alguien lo escucha por primera vez hoy, en 2013? Seguramente se sorprendería de todo lo que puede encontrar ahí adentro, en ese pequeño resumen de la obra de la banda neoyorquina.

Pienso. Es raro escuchar un disco por primera vez cerca de su aniversario número veinte. Sobre todo si, superficialmente, ese disco emana una sensación de actualidad tan notoria que lo ubica fuera de un paradigma fácilmente identificable. Y sobre todo si es un disco de Sonic Youth. La sensación de haberse perdido algo resulta inevitable. Sin embargo, los comentarios, las reseñas y los rumores son casi infinitos, al punto de que uno puede llegar a pensar que “conoce” un álbum solo por haber escuchado un par de canciones o por saber el nombre del productor. Por otro lado, teniendo en cuenta la trayectoria de la banda, es probable que parte importante del espíritu que dio forma al disco haya quedado atrás hace mucho. Con seguridad, la banda de veinte años atrás no representa de manera acabada a la banda de hoy, en su propia actualidad. Pero, pese a eso y -también- precisamente por eso, las ganas de escuchar hasta el último detalle se potencian. Que el pasado se vuelva presente al menos por unos minutos resulta interesante. Un poco tentador también. Y tratándose del cuarteto neoyorquino y de un conjunto de canciones desconocidas, la atención incondicional tiene más importancia todavía. Eso porque Sonic Youth es de aquellas bandas que han logrado un estilo tan inconfundible como ecléctico. Por ende, dentro de la idea que nos podemos hacer sobre Sonic Youth, hay muchos Sonic Youth. Tan distintos como la enorme diferencia que existe entre aquel primer EP homónimo, de 1982, y The Eternal, su último álbum a la fecha, de 2009. El Sonic Youth distorsivo, punk. El Sonic Youth de base monolítica y extensos pasajes melódicos. El Sonic Youth vanguardista en términos de ruido y feedback, en diálogo permanente con el arte contemporáneo. El Sonic Youth de las canciones y -también- de los estribillos. Todas partes de una banda única en su tipo. Una banda que, lógicamente, se fue construyendo a lo largo del tiempo y los discos, con experimentos de todo tipo y, muchas veces, con ideas contrapuestas. Por eso, de alguna manera, no resulta raro escuchar Dirty en retrospectiva, como un eslabón en el medio de esa historia prácticamente inabarcable en términos de volumen. Porque, más allá de ser considerado por muchos como el disco más “comercial” de la banda -al menos en intención y presupuesto-, Dirty tiene un poco de cada una de esas facetas y puede ser visto como un momento bisagra en la carrera (y la identidad) del grupo. De hecho, más allá de lo que implica simbólicamente la producción de Butch Vig (en 1992, justo después de Nevermind y de la mano del mismo sello de Nirvana: Geffen), el álbum no puede ser definido lisa y llanamente como un intento de aggiornar el sonido de la banda a la explosión del grunge. No es, como se dijo y se sigue diciendo, un álbum de Sonic Youth intentando sonar como una banda que escuchó Sonic Youth. Antes que eso, Dirty se posiciona como heredero del sonido de una etapa inmediatamente anterior del grupo -con Daydream Nation (1988) y Goo (1991) como puntas de un iceberg mucho más profundo- y, al mismo tiempo, como precursor de una depuración estética que se acentuaría con Washing Machine (1995) y alcanzaría su máxima expresión en Murray Street (2002), a partir del vínculo con Jim O’Rourke. Eso puede verse en la distancia que hay entre canciones como “Theresa's sound-world” y el cover de la banda hardcore Untouchables, “Nic fit”. Ambas son interpretadas por la misma banda y pertenecen al mismo disco pero su manera de concebir la música -la intensidad, los climas, la razón-de-ser de una canción- es completamente distinta. Algo parecido sucede internamente en “Sugar kane”, “On the strip” y “Chapel hill”. Cada una de ellas tiene partes que funcionan, incluso, por oposición entre si mismas. Momentos de tensión y expansión. Líneas de guitarras luchando y dialogando permanentemente, discutiendo y compartiendo un mismo espacio. Sin embargo, el producto definitivo de esas canciones está marcado por una fluidez tal que logra superar esos momentos superficialmente antitéticos para convertirse en una línea discursiva fuerte, coherente y, al mismo tiempo, atractiva en su riqueza a base de disputas. Una sentencia que, a fin de cuentas, también sirve para resumir las primeras impresiones que deja Dirty. Un disco largo y complejo, denso. Pero un disco que resulta familiar porque sirve para entender el camino trazado por una banda a lo largo de treinta años de búsquedas y (des)encuentros.-


> Por Juan Manuel Pairone


:: Para escuchar Dirty de Sonic Youth completo, link... acá


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